Escrito por Santiago Pino Robledo
En mi experiencia como psicólogo clínico he escuchado hablar a muchas personas sobre su sufrimiento. En la primera sesión en la cual realizo una evaluación de la situación de la persona, suelo encontrarme con diferentes historias de todo tipo, que van desde problemas relacionados con las relaciones con la pareja, amigos o familia; historias traumáticas; ansiedad; estrés, entre otras.
Cuando aparecen palabras como insegura/o, autoestima o perfeccionista siento un corrientazo en la espalda porque empiezo a temer lo peor, un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA).
Seguro mientras leen esto se preguntarán que tiene que ver esas palabras con un Trastorno de la alimentación. Se los voy a explicar:
Por un lado, parte de la labor de los terapeutas es identificar en los relatos de las personas los temas clínicos y a partir de ellos poder clasificar cómo se llama lo que le sucede a la persona, ese nombre no es otra cosa que un diagnóstico.
Pero lo anterior en realidad no es el foco que quiero plantear aquí.
Cuando escucho estas palabras, mi siguiente pregunta es la siguiente “¿tienes ideas que aparecen de la nada, de forma recurrente y te generan mucho temor o malestar?”. Esto lo hago para identificar si hay ideas de tipo obsesivo, lo cual es usual en personas que refieran inseguridades, autoexigencias y/o perfeccionismo.
Luego hago la pregunta que más temo “dentro de estas ideas, ¿sientes miedo a la comida o a subir de peso?”. Usualmente cuando hago esta pregunta las personas suelen abrir sus ojos con sorpresa y un poco de vergüenza y responden “Sí, ¿cómo supiste?”.
Muchos de estos cambios pueden llevar a que una persona empiece una dieta restrictiva y se obsesione con ella y esto la lleve a que no piense en otra cosa que, en comida, en cómo comer menos y en el miedo de enfrentar una situación social con comida.
En otros casos esta intención de comer menos se convierte en una lucha interna de aguantar lo que más pueda sin comer, para luego terminar perdiendo el control con la comida, sintiendo mucha más culpa y vergüenza que antes y finalmente buscando con desespero la forma de “corregir” su error por medio de vómitos, laxantes, ejercicio o más restricción de comida.
Desafortunadamente estos episodios no suelen ayudar a darse cuenta de que algo está muy mal con respecto a sus preocupaciones con la comida, sino que la culpa siempre será de ell@s, será un resultado de su falta de voluntad, su debilidad y esto será una razón más en su cabeza para justificar “Doy asco, tengo que controlarme”.
¿Doloroso e injusto no? Pues no lo ven y aunque se lo muestres es difícil que lo vean, especialmente si llevan muchos años con estas ideas rondando su cabeza.
Pero no termina aquí la pesadilla. Cuando se habla de TCA, muchas personas tienen problemas en la relación con su apariencia ¿Cómo es eso de que se ven diferente en el espejo?
Pues pasa lo mismo en la relación con su cuerpo, a la par que cambian su alimentación empieza la verificación constante de su cuerpo, hay tanta atención frente a su cuerpo que se miden, pesan y revisan en el espejo todo el tiempo. ¿Para qué? Para supervisar su meta y su temor. Cada señal de que su cuerpo está siendo más pequeño es una recompensa y una muy dolorosa, ya que cada recompensa siempre se sigue de una nueva exigencia “No es suficiente”. Pero si no hay el cambio esperado viene el castigo: reproches, ajustar el plan de alimentación y ejercicio para hacerlo más estricto y en muchos casos castigos físicos en forma de golpes, rasguños o incluso cortes.
Entre los cambios nutricionales y la obsesión se produce una distorsión de la imagen corporal y es allí donde la imagen que ven de sí mism@s no coincide con la que ven los demás. Y aunque las personas les digan “te ves muy delgada”, no lo van a creer, es más lo van a sufrir, sentirán rabia porque les están restregando su fracaso en la cara.
Y es que pensémoslo ¿Cómo es posible que lo que yo perciba esté mal?, es algo poco creíble ¿no? Pero así es, aunque no todas las personas que padecen un TCA sufren de una distorsión de su imagen, aquellas que lo viven suelen ser las que menos conciencia de su sufrimiento viven “¿No me ves?, con este cuerpo como no voy a hacer dieta”.
Unos de los mitos que hay sobre los TCA es que son pasajeros y formas de llamar la atención. Cuando escucho esto me hierve la sangre, porque después de lo que les he contado aquí hoy ¿Creen que esto es llamar la atención? Y en el peor de los casos, si esta fuera una forma tan extrema de llamar la atención ¿No les parece gravísimo?
Pero esto no acaba aquí, les estoy contando un día de la vida de una persona que sufre de un TCA ¿Qué pasa con esto durante meses o años?
Es tan aterrador vivir un TCA que este día a día de síntomas empieza a cambiar las prioridades de las personas, se pierde poco a poco la ilusión, la vida se va apagando (en todos los sentidos, ya que físicamente el cuerpo se empieza a destruir también), tan solo existen las calorías, las exigencias y los temores. Lo peor de todo es que para las personas que lo padecen toma mucho tiempo darse cuenta de ello, mientras sus amigos y familiares (aunque no en todos los casos) son los que empiezan a notar estos cambios y suelen decir esto “Extrañamos a la Sofide antes”.
Es así como una simple dieta puede no ser una simple dieta sino la entrada al infierno. Por eso el problema no es la dieta en sí misma (aunque sí), sino en qué características emocionales y mentales llega para convertirse en una de las enfermedades mentales más mortales como lo es el TCA.